Creció entre giras, discos y escenarios. Hoy, Celia Lora mira hacia atrás y reconoce en sus padres, Alex y Chela Lora, a sus mejores amigos y al ejemplo más sólido de amor, autenticidad y plenitud.
Fotografía: Rafa Salsas
Asistente de foto: Gael Peloso
Styling: Santiago Araico
Muah: Geraldine Hercos
RP: Irma García
Locación: Ex Fábrica de Harina
Entrevista: Aarón Zavaleta



Crecer en el Rock
Antes de aprender del mundo, Celia Lora entendió lo que era vivir dentro del rock. Desde niña, sus vacaciones no eran en la playa ni en un parque de diversiones, sino entre cables, guitarras y grabaciones. “Tengo recuerdos de toda mi vida, desde que me di cuenta que mi papá no era normal, no era un papá de trajecito, que era diferente. Todo era diferente, mis vacaciones eran ir a grabar sus discos”.
La hija de Alex y Chela Lora creció en el centro mismo de una historia musical que cambió el rumbo del rock mexicano. Entre giras interminables y foros repletos, aprendió a ver el trabajo, la entrega y la pasión que había detrás de cada acorde. “Iba mucho con ellos a las giras, desde niña, esos eran mis viajes, mis vacaciones, hasta que ya empecé a hacer mis cosas, pero siempre todo fue muy, muy padre. De hecho, hasta la fecha, todos son momentos especiales, simplemente el hecho de poder estar juntos”.
Orgullo y Ternura
De todas esas memorias, uno se quedó grabado para siempre: “La primera tocada en la que lloré fue en el Foro Sol. Ese día estuve muy contenta”. Aquella emoción, mezcla de orgullo y nostalgia, resume lo que significa para ella ver a sus padres arriba del escenario, convertidos en símbolo y familia a la vez.
Celia habla de ellos con una mezcla de admiración y ternura, con la certeza de quien sabe que lo suyo es más que una herencia artística: es una conexión humana profunda. “La influencia que tengo de ellos es absoluta, no sería quien soy si no me apoyaran en todo. Siempre me dejaron ser, nunca impusieron algo, me dejaron ser la persona que yo quise ser. Son mis amigos, son mis mejores amigos, hasta que me muera, porque son los que han estado en las buenas, en las malas y en las peores”.
Testigo en Primera Fila
Detrás del mito de El TRI, Celia ha sido testigo de la parte más íntima del rock: el trabajo constante, los sacrificios, las horas en carretera y el amor que los mantiene unidos. “Nosotros nos tenemos el uno al otro y al otro y nada más”, dice con un tono que mezcla cariño y orgullo.
Sobre Alex y Chela, no escatima palabras: “Ellos son almas gemelas. Qué padre que se encontraron, que pudieron construir algo tan chingón que no cualquiera. Muy pocas personas que conozco tienen unos papás tan unidos. Hay mucha gente que se muere sin conocer el amor, sin encontrar su alma gemela. Mis papás se encontraron para construir algo muy chingón y yo soy parte de eso, de verlo en primera fila”.



Vocación y Autenticidad
Esa conexión se traduce en la forma en que Celia mira el mundo y en la libertad con la que ha construido su propio camino. Una libertad que aprendió observando a sus padres ser fieles a sí mismos, aun cuando eso implicara remar contra la corriente. “Como personas y como figuras del rock, son únicos. No va a haber alguien como ellos, son personas que no existen en ningún lado. Hay personas que posan y lo intentan, pero ellos lo tienen: la vocación, el amor. Son únicos”.
Hoy, mientras explora nuevas posibilidades en su carrera artística, Celia piensa también en rendir homenaje a su historia familiar. “Los últimos meses he estado viendo justamente con ellos volver a un reality, en donde la gente vea cómo vivimos, cómo es la vida de quien creen que es el rockstar. No es así, es una chinga que se han puesto, ellos viven para trabajar. Y me gustaría mucho que la gente viera todo lo que hay detrás”.
El Rock Corre por sus Venas
La niña que creció entre amplificadores y escenarios entendió que el rock es una forma de vida. A través de sus padres, aprendió que la autenticidad no se negocia y que el amor y el rock se defiende todos los días. En su mirada hay gratitud, orgullo y una certeza que resume toda una historia familiar en donde el rock corre por sus venas.



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