El actor Sebastián Dante nos contó sobre sus inicios, su paso por grandes producciones y las ganas de narrar sus propias historias.
Fotográfia: David Suárez
Styling: Elie Rodríguez
Platícanos un poco de tu trayectoria. Tenemos entendido que eres egresado del INBA. ¿Cómo es estudiar teatro en un país como México?
Sí, pues es un viaje. Yo estudié en la ENAT, la Escuela Nacional de Arte Teatral de Bellas Artes. Pasar por esa escuela es una gran experiencia pues está en el Centro Nacional de las Artes donde también está la escuela de cine, de danza y la Esmeralda. Es el paraíso perfecto para estudiar teatro porque estás completamente desconectado de la ciudad.
La licenciatura que yo estudié es de cuatro años y está muy enfocada en teatro. Los primeros dos años que cursas es realismo, nos concentramos en Stanislavski y otras técnicas. El tercer año es de estilo, donde se ven otros géneros teatrales como la comedia, la cual me tocó a mí. Vimos, por ejemplo, a Moliere, donde necesitas otra técnica para acercarte a esos personajes. En cuarto año, lo que haces es enfocarte en un montaje. Los últimos dos años tuve como maestro a Bruno Bert, quien se especializa en la técnica de Eugenio Barba. Estudiamos toda la metodología de la dramaturgia del actor, ahí uno va diseñando todas las acciones que puedan generar más para tu personaje.
También tuve clases de música, canto, análisis, literatura. Se intenta abarcar lo más que se pueda en relación a las artes escénicas.
¿Cuáles fueron tus primeros pasos al salir de la licenciatura?
Lo primero que hice fue una obra que fui a montar a Querétaro y que se presentó aquí en la ciudad en el Foro Lucerna, titulada Argonáutica, dirigida por Miguel Septién. Fue una gran experiencia porque yo estaba muy nervioso al salir de la escuela, me preguntaba si iba o no a tener trabajo. La tasa de deserción actoral es muy grande en todas las escuelas de actuación en México. Fui muy afortunado de entrar ahí. Después, me encarrilé con uno de los directores que más admiro, David Olguín, e hice El mercader de Venecia con él. Fue por Olguín que decidí estudiar teatro, cuando vi la obra Tío Vania, dirigida por él. En el plano de lo audiovisual, tuve el placer de entrar a la película El baile de los 41, dirigida por David Pablos. Las cosas se fueron dando de tal manera que fui muy afortunado.
¿Cuál consideras que es la diferencia a la que se enfrenta un actor de pasar del teatro al cine?
Definitivamente es cambiar de lenguaje. A pesar de que la metodología para construir personajes es la misma, el lenguaje es muy distinto. Lo primero de lo que me di cuenta es que al estar acostumbrado a hacer teatro, mi energía estaba muy alta. Era una energía muy extracotidiana para poder llegar a muchos espectadores que te terminan viendo de manera diferente a como se ve a través de la cámara. La cámara puede ver hasta el detalle más pequeño de ti. Así que tuve que aprender a modificar mi energía, la longitud de los movimientos que utilizaba en el teatro. En el cine tienes que ser mucho más sutil.
Por otro lado, es muy cierto que en la televisión o el cine no hay tanto tiempo para construir y muy pocas escenas se ensayan y hay que llegar al set o a la locación a resolver la geografía del espacio, las acciones a llevar a cabo.
El baile de los 41 es una gran cinta, la cual sorprendió mucho por su calidad y el tema. ¿Cómo te sentiste al ser parte de ella?
Como era mi primer largometraje, fue como si estuviera en Disneylandia a los cinco años. Era un mundo nuevo poblado de grandes actores que admiraba. No podía creer que estuviera compartiendo escena con ellos. Así que en primera instancia fue un deleite.
Conforme fueron ocurriendo los llamados y ensayos, me di cuenta de que había mucho trabajo detrás, que era una película que llevaba más de 5 años en el tintero de David Pablos. Hubo muchas personas que no querían que se hiciera por el tema, pues se habla de la diversidad sexual y de un episodio “vergonzoso” para la política mexicana y para nuestra historia. Al final, fue un orgullo el poder pertenecer a esa postura “política” de David porque si bien cada día se avanza más en cuestiones de tolerancia, diversidad sexual, identidad de género, etcétera, aún estamos muy atrasados. Así que esta forma tan disruptiva de decir “basta”, me parece muy admirable y me llenó de orgullo.
Cuéntanos sobre la serie de El Rey.
El haber trabajado antes de esta serie en una teleserie Falsa Identidad, me permitió aprender mucho sobre el hacer veinte escenas al día y aprenderse tantos diálogos. Además, fui parte de más proyectos que apuntaban hacia el cine.
Cuando me llegó la oportunidad de ser parte de El Rey, me cambió la vida pues me salvó de muchas situaciones en las que muchas veces, uno como actor, vive. En ese momento no había trabajo, ya habían pasado tres meses sin nada y comenzaba a preguntarme si sería mejor hacer otra cosa. El Rey me recordó que mi profesión es la de actor y que no debía rendirme.
Yo conocía bastante bien la música de Vicente Fernández, me gustaba porque mi abuelo era muy fan de él. Vicente, en este sentido, respondía a otra generación, a otro modelo de pensamiento muy distinto al de hoy en día. Sin embargo, el hecho de poder adentrarme en su historia, me hizo dimensionar la labor que hizo, el poner la música mexicana en el mapa mundial.
Me tocó representar a un Vicente que recién comenzaba su camino por el mundo profesional, lo cual fue un reto actoral porque no hay material de él de ese momento. Fueron seis meses de trabajo en cinco ciudades y dos países, lo cual fue nuevo para mí porque nunca había estado en una producción tan grande. Aproveché para aprender todo lo que pudiera.
Ahora, ya con tu muy merecido lugar en el mundo de la actuación, te vemos en la película El Guau. Platícanos de ella.
Esta es una cita de Ihtzi Hurtado, una directora mexicana muy talentosa que ha hecho mucho guion y que ahora ha comenzado a dirigir, lo cual es increíble.
Se trata de la historia de un adolescente que está a punto de salir de la preparatoria y tiene mucho miedo de su futuro. Además, tiene un despertar sexual un poco tardío y con el que se siente presionado por su entorno, pues está viviendo lo que todos hemos vivido: nuestro cuerpo está cambiando, queremos una relación, intimidad. La cuestión es que Chema no puede. Es una comedia que habla del valor de las personas sin importar si tuviste relaciones antes o después, o si tienes
dinero o no. Todos tenemos un valor muy importante.
Me identifiqué mucho con Chema porque yo a esa edad era muy inseguro. Nunca fui del grupo de los populares, era el raro que hacía teatro. Hay mucho de mí en el personaje y pude resolver algunos temas personales que no había logrado en su momento. Fue muy divertido y valioso.
¿Qué sigue para ti?
Interpreto personajes, habito mundos de ficción, más allá de la fama. Me siento muy agradecido. Lo que venga después es el resultado de mi trabajo. Me gusta mucho escribir teatro, ensayo y cuento. Hace un mes dirigí un videoclip, ahora estoy editando un segundo y me interesa el lenguaje de la dirección, así que espero tener más oportunidades del tipo. Quisiera poder contar mis propias historias (escribirlas y actuarlas o dirigirlas), ese es mi gran sueño.